sábado, 25 de julio de 2015

Encuentran dos piezas faraónicas de 4.000 años de antigüedad en Egipto

Los relieves han sido descubiertos por arqueólogos polacos en el templo de Serapis de la reina ptolemaica Berenice, en la costa del mar Rojo,
Varios arqueólogos polacos han encontrado dos piezas faraónicas con relieves de hace 4.000 años en el templo de Serapis de la reina ptolemaica Berenice, en la costa del mar Rojo.
La primera tiene un cartucho con el nombre del rey Amenemhat IV, cuya era se caracterizó por la exploración de piedras preciosas turquesas y amatistas, mientras que la segunda, muy dañada, requiere restauración.
Los expertos encontraron también en varios bloques de piedra, que servían como soporte para las estatuas del templo, grabados de flores de loto y papiro y de una diosa, así como otros con textos en griego.
Las piezas, halladas, datan del llamado Imperio Medio (2050-1750 a.C.) y del Segundo Periodo Intermedio (1650-1550 a.C.), épocas muy anteriores a la fecha de construcción del actual templo.
Otros hallazgos son tres enterramientos de la época romana, además de partes de la fachada del templode la reina Berenice.
Por otra parte, la misión polaca, después de analizar fotos tomadas por satélite, reveló la existencia de un nuevo lugar arqueológico cerca del puerto de Berenice, que contiene restos de la base de un edificio estrecho y alargado con tres plataformas rectas.
El puerto de Berenice fue establecido a principios del siglo III a.C. por Ptolomeo II, que ordenó llevar a cabo campañas a la costa oriental africana en busca de elefantes para ser utilizados en las guerras.

Fuente: http://www.abc.es/cultura/arte/20150719/abci-relieves-faraonicos-201507191506.html

sábado, 18 de julio de 2015

Vivió hace 3,500 años, y era muy viajera

La chica de Egtved vestía lana y un cinturón de bronce que simbolizaba el Sol.
A pesar de que murió hace casi 3,500 años, la chica de Egtved cuenta una historia sorprendentemente moderna.
Un nuevo análisis de la icónica mujer de la Edad de Bronce, cuyos bien conservados restos fueron desenterrados cerca Egtved, Dinamarca, en 1921, sugiere que nació en otro lugar y viajó mucho en vida.
Lejos de ser del tipo que se queda en casa, de aquella época, la joven de Egtved encarna un cierto cosmopolitismo móvil.
“Nos autopercibimos como individuos muy desarrollados, como si la globalización fuera algo nuevo”, dice Karin Frei, arqueólogo del Museo Nacional de Dinamarca y autor principal del nuevo estudio, que se publicó en Scientific Reports. “Pero cuanto más nos fijamos en la prehistoria, más podemos ver que ya éramos globales”.
Frei se especializa en el análisis de las variaciones sutiles en la composición molecular del estroncio, un elemento que se encuentra ampliamente distribuido en el lecho de roca de la Tierra y se acumula en los tejidos vegetales y animales. Las variaciones difieren de un lugar a otro, creando delatoras marcas locales que actúan, explica Frei, “como un GPS geológico”.
Al comparar las marcas de estroncio de la chica de Egtved con las de lugares específicos de toda Europa noroccidental, fue posible determinar dónde vivió en diferentes momentos de su vida.
Las marcas de estroncio en los dientes, que se depositan en la infancia, muestran que probablemente nació en lo que hoy es el suroeste de Alemania, a unos 800 kilómetros de distancia.
Es difícil precisar la ubicación exacta, pero las fibras de lana en la ropa de la joven —que es un conjunto de blusa y falda que no se vería fuera de moda hoy en día—, parecen tener su origen en el Bosque Negro de Alemania.
“Es una gran figura para la identidad danesa, alguien sobre quien los niños aprenden en el colegio”, agrega Frei. “Y sí, es un hallazgo danés, pero de una mujer enormemente internacional”.
Su pelo y la uña de uno de sus pulgares, que contienen estroncio acumulado durante los dos últimos años de su vida, describen dos viajes entre Dinamarca y su lugar de nacimiento.

Fuente: http://www.ngenespanol.com/ciencia/descubrimientos/15/05/25/la-mujer-de-la-edaddebroncellevabaunavidasorprendentementemodern.html

domingo, 5 de julio de 2015

Descubren ocho millones de perros momificados en una catacumba

Restos de una momia canina encontrada en una sección de la catacumba.
A los romanos les parecía la cosa más loca del mundo, dioses con cabeza de animal de aspecto monstruoso a los cuales, además, se ofrendaban miles, millones de sus animales favoritos momificados. Los pobres no comprendían que no es que a los egipcios les hubiera dado por adorar a cualquier bicho que anduviera por el valle del Nilo. No, lo que pasa es que en el comportamiento o las costumbres de algunos animales veían alguno de los rasgos del dios.
Por ejemplo, la tilapia nilótica tiene la costumbre de meterse a todos sus alevines en la boca en cuanto siente peligro, para expulsarlos cuando éste ha pasado; un comportamiento que los egipcios identificaron con el de la diosa Nut, que se tragaba al cansado dios Atum al atardecer y lo paría renacido al amanecer como Ra.
La costumbre de las ofrendas de momias de animales se desarrolló enormemente sólo durante la época ptolemaica, cuando pasó de ser un acto piadoso a una especie de «moda» religiosa de la que los templos y sus sacerdotes sacaron pingües beneficios. Comprendiendo dónde estaba el negocio, los templos no tardaron en construir criadores de animales cercanos a sus instalaciones, donde disponían de animales frescos que momificaban luego para poder vender a los fieles que venían a pedir dádivas al dios.
Hemos de suponer que, con las momias compradas a los sacerdotes, uno tenía al menos la seguridad de que de verdad había dentro el animal escogido; porque lo cierto es que las «momias» falsas (apenas unos huesos mezclado con barro, o con alguna pluma si era de un ave) son hallazgos habituales. Seguro que compradas por los fieles en la tienda cercana al templo, mucho más barata.
Tampoco debían de tratarse de bienes muy caros, porque lo cierto es que se conocen catacumbas donde los sacerdotes iban depositando las momias de animales ofrendadas a lo largo de los decenios hasta acumular cantidades inimaginables, en la línea de los cientos de miles... Recientemente, ha saltado a los medios una noticia que los especialistas ya conocían desde el siglo XIX: una de estas catacumbas de animales cercana a Menfis que contiene -dicen los cálculos- 8 millones de momias de perro, cachorros y adultos. Se trata de ofrendas votivas para el cercano templo del dios Anubis, el dios chacal.
Los motivos que se han propuesto para estas momias de perro son varios, aunque siempre del tipo ofrenda propiciatoria. Uno llegaba a visitar la capital y antes de irse dejaba una muestra de su agradecimiento al dios por lo bien que había salido su viaje, o uno se iba de la ciudad y buscaba no tener contratiempos en el camino, o incluso uno compraba una momia de perro porque de este modo pensaba que estaba ayudando a alguna persona querida que se encontraba ya en el más allá, a la cual el cánido podría prestar socorro de algún modo que se nos escapa.
Resulta interesante comprobar que hay dos tipos de momias, los perros adultos, que posiblemente fueran criados por los propios sacerdotes, y los cachorros, con apenas horas e incluso días de vida, a los cuales se dejaban morir de inanición antes de momificarlos, porque ninguno de ellos presenta violencia alguna antes de la muerte, como podría ser el cuello roto visible en otras momias de animales de otros cultos.
Para nosotros resulta una extraña forma de demostrar respeto al matar al animal con el cual uno identifica a un dios, pero los egipcios ptolemaicos no parecen haber pensado lo mismo. A la vista está, en la inmensa catacumba excavada en la roca de Sakkara donde reposan los canes de Anubis, que no es sino una más de las de la región, como la dedicada al dios Thot y sus millones de momia de íbises...

Fuente: http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2015/06/30/559253a6268e3ea1508b456e.html