lunes, 27 de enero de 2014

Así era un europeo hace 7.000 años: con ojos azules y piel morena

La recuperación del genoma completo de un cazador prehistórico ayuda a entender los cambios genéticos que sufrió la especie humana al adoptar la agricultura
El poeta Gustavo Adolfo Bécquer podría haber mirado a la cara de un cazador europeo de hace 7.000 años y recitarle aquello de “¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía… eres tú”. El análisis del ADN de un diente de un hombre treintañero que vivió hace siete milenios en las montañas españolas sugiere que tenía piel oscura y ojos azules, un aspecto que “ya no existe en Europa”, según recalca el investigador Carles Lalueza-Fox, que ha dirigido el estudio. Es el primer genoma completo que se recupera de un cazador-recolector europeo y su análisis puede ayudar a entender los cambios genéticos que sufrió la especie humana al adoptar la agricultura y la ganadería como modo de vida.
Aquel hombre que miró al mundo con ojos azules ha sido bautizado con asepsia científica La Braña 1, por el yacimiento en el que fueron encontrados sus restos en 2006, una fría cueva situada en el municipio leonés de Valdelugueros. La Braña 1 vivió en una época previa a la revolución cultural del Neolítico, que trajo una dieta rica en cereales y leche, además de suponer la llegada de nuevas enfermedades procedentes de los animales domesticados. La Braña 1 era intolerante a la lactosa de la leche y digería mal el almidón de los cereales.
“No podemos saber el tono exacto, pero tenía la piel más oscura que todos los europeos actuales”, sostiene Lalueza-Fox, refiriéndose a europeos desde el punto de vista genético. “Los datos que tenemos indican que en aquella época eran muy pocos y muy uniformes genéticamente, así que es posible que en Europa fueron todos bastante parecidos”, opina el investigador, del CSIC, dibujando un continente lleno de cazadores de ojos azules y piel oscura. “La mutación de la piel clara pudo entrar en Europa procedente de Próximo Oriente más tarde, en el Neolítico”, hipotetiza.
Los autores del estudio, que se publica hoy en la revista Nature, creen que, pese a la enorme distancia, aquel cazador de ojos azules tenía un ancestro común con los pobladores de Mal’ta, un yacimiento cercano al lago Baikal, en Siberia, en el que se han encontrado estatuillas talladas en marfil de mamut hace más de 20.000 años.
Un científico que se pierde en su edificio
Lalueza-Fox ha dirigido el estudio junto a Eske Willerslev, de la Universidad de Copenhague (Dinamarca). En su reciente libro Palabras en el tiempo (editorial Crítica), el investigador español contaba hilarantes anécdotas de su trabajo con Willerslev, que nada tienen que ver con la asepsia científica de, por ejemplo, el nombre de La Braña 1. “Eske es un científico joven. Es, también, apasionado y desordenado en extremo (durante bastante tiempo solía perderse en su propio edificio y necesitaba salir a la calle para volver a entrar por la puerta principal y de esta manera encontrar su despacho). Eske es incapaz de recordar en qué piso de un hotel se aloja, el número de la habitación, la calle donde se encuentra el hotel y el nombre mismo de éste”, arranca Lalueza-Fox sobre el investigador danés, autor de una veintena de publicaciones en las revistas científicas Science y Nature.
“Además, Eske desafía todos los convencionalismos académicos; es capaz de escuchar un seminario en la universidad tumbado en el suelo, pasarse una noche en vela trabajando en el laboratorio para terminar un experimento o beber una copa de más en la cena más formal de su departamento. Y como su mujer no le permite trabajar los fines de semana, no es raro que llame a sus colaboradores los domingos, escondido en el lavabo de su casa”, continúa el científico español en Palabras en el tiempo, un libro sobre las peripecias de los investigadores que participaron en la recuperación del genoma de los neandertales.
Willerslev, cuenta Lalueza-Fox, vive en un piso “plagado de escopetas de gran calibre”, recuerdo de sus expediciones a Siberia, Alaska y Groenlandia en busca de mamuts. En uno de esos viajes, uno de sus colaboradores “vio a Eske llegar corriendo al campamento seguido de cerca por un enorme oso pardo lanzado al galope”. En otro viaje a Siberia, “estuvo a punto de morir congelado, incapaz de encontrar el campamento al caer la noche”.

Fuente: http://es.noticias.yahoo.com/fotos/era-un-europeo-hace-7-000-os-con-photo-180019832.html

jueves, 16 de enero de 2014

Así eran los ‘neurocirujanos’ de hace 1.000 años

Hace entre 1.000 y 1.250 años, existió una cultura en la zona central de los Andes, en Perú, cuyos individuos tenían conocimientos rudimentarios sobre neurocirugía. Algunos de los miembros de la cultura de la zona de Andahuaylas, denominada posteriormente Wari, eran capaces de hacer trepanaciones y sanar a personas con heridas o problemas graves en la cabeza, e incluso de transmitir sus técnicas a las generaciones posteriores.
Son las conclusiones de un estudio presentado por la bioarqueóloga Danielle Kurin, de la Universidad de Santa Bárbara (California), que ha analizado los restos de 32 individuos de esta cultura y ha encontrado 45 muestras distintas de procedimientos de trepanación. El hallazgo, publicado en The American Journal of Physical Anthropology, indica que los habitantes de esta región tenían unos conocimientos avanzados respecto a las intervenciones craneales, y utilizaban herramientas como el taladro manual o la lima para tratar una amplia variedad de problemas de salud.
La trepanación es una técnica que consiste en realizar un agujero en el cráneo con el fin de aliviar la presión interior, ya sea por un traumatismo o un tumor. Hay pruebas de que esta práctica se llevó a cabo desde el neolítico con fines tanto médicos como mágicos o místicos. "Cuando tienes un golpe en la cabeza que provoca que tu cerebro se hinche peligrosamente", asegura Kurin, "hacer un agujero se convierte en algo razonable". El imperio Wari que habitó esta zona en competencia con los incas, desapareció de manera súbita y sin que se conozcan las causas, lo que provoca algunos problemas para conocer la cultura. Para Karin, es posible que los 'médicos' de esta civilización desarrollaran las técnicas de intervención ante la aparición de nuevas amenazas, como la violencia o las enfermedades.
El estudio de Kurin muestra varias técnicas que usaban distintas personas en diferentes zonas. Algunos limaban, otros cortaban y otros usaban el taladro. "Parece como si estuvieran probando diferentes técnicas de la forma en que probamos procedimientos médicos hoy en día", asegura Kurin. "Estaban probando diferentes maneras de cortar el cráneo".
En muchos individuos la presencia de hueso regenerado cerca de la incisión indica que el individuo se curó, mientras que en otro la operación no tuvo éxito y el enfermo no sobrevivió. "Tenemos muchos casos", insiste la investigadora, "en que la herida en la cabeza y la trepanación sanaron". Cuando el paciente no sobrevivía, los científicos sospechan que su cráneo era donado a la 'ciencia', para enseñar a otros las técnicas. Así lo indican algunos huesos en los que se observan talados de distinto grosor, como probando las herramientas y la fuerza que se necesita para atravesar el hueso. Esto mostraría que los miembros de aquella milenaria y extinta cultura no solo trataban de curar a los suyo, sino que creaban una especie de escuela para perpetuar ese conocimiento.

Fuente: http://es.noticias.yahoo.com/blogs/neurolab/as%C3%AD-eran-los-neurocirujanos-hace-1-000-a%C3%B1os-221724501.html

lunes, 6 de enero de 2014

¿Cómo evolucionaron los humanos para lanzar objetos?

Sólo los humanos pueden lanzar objetos a gran velocidad, una capacidad que ayudó drásticamente al Homo erectus, según los científicos.
El cuerpo de los ancestros humanos evolucionó para lanzar objetos hace unos dos millones de años, según un nuevo estudio. Lo que permitió esa capacidad evolutiva, al parecer, fueron cambios en la anatomía de la especie extinguida Homo erectus.
Las evidencias arqueológicas muestran que la caza se hizo más intensa durante este periodo, algo que los científicos atribuyen al desarrollo de la capacidad de lanzamiento. Según las conclusiones del estudio publicado en la revista especializada Nature, esa nueva destreza ayudó al desarrollo de los cazadores ancestrales y les permitió migrar por todo el mundo.
Sólo los humanos tienen la capacidad de lanzar un objeto con mucha rapidez. Podemos arrojar cosas mucho más rápido que nuestro más cercano pariente animal con vida, el chimpancé, que sólo logra lanzar algo a unos 32 km/h frente a los 145 km/h que puede alcanzar un atleta profesional.
Para investigar cómo sucedió el desarrollo evolutivo de esa habilidad, los científicos tuvieron primero que entender la biomecánica del lanzamiento de hoy en día.
Movimiento rápido
Para ello analizaron el lanzamiento de varios jóvenes jugadores de béisbol, utilizando cámaras especiales de captura de movimiento. Y observaron que el hombro actúa como una especie de onda (también conocida como china, tirachinas o resortera) a medida que el brazo gira hacia atrás.
Los ligamentos y tendones que rodean al hombro se estiran y almacenan energía elástica, que le da potencia al lanzamiento hacia el frente. Cuando esta energía queda en libertad genera lo que los científicos creen que es el movimiento más rápido que el cuerpo humano puede producir.
Los cambios en la anatomía de los hominini (antepasado del género Homo) que tuvieron lugar hace dos millones de años fueron los que permitieron ese almacenamiento de energía en el hombro, que resultaron en la capacidad de lanzar objetos rápidamente, y por lo tanto de cazar.
"El éxito en la caza hizo que nuestros antepasados pudieran hacerse parcialmente carnívoros, y comieran carne rica en calorías y en grasa, que mejoró drásticamente la calidad de su dieta", le dijo a la BBC el líder del estudio, Neil Roach de la Universidad de George Washington, en Estados Unidos.
"Este cambio dietario desencadenó una transformación radical en la biología de nuestros ancestros, lo que les permitió desarrollar cuerpos más grandes, cerebros más grandes y tener más hijos. También generó cambios interesantes en su estructura social", explicó.
"Sobre esa época empezamos a ver los orígenes de la división del trabajo, en las que algunos cazan mientras otros recolectan. Y probablemente también nos permitió trasladarnos a nuevos ambientes, como zonas donde no había vegetación de la que mantenernos antes de tener la habilidad de cazar", dijo el doctor Roach.
Pero puntualizó que es importante recordar que "lo que creemos sobre la caza y el comportamiento es todavía una hipótesis" y hace falta continuar investigando.
"Un problema fascinante"
Otro miembro del equipo de investigadores, Daniel Lieberman, de la Universidad estadounidense de Harvard, le dijo a la BBC que lo más fascinante para él había sido el hallazgo de que la mitad de la fuerza que el ser humano genera en el lanzamiento viene de la energía elástica almacenada en el hombro.
"Eso no es un resultado colateral de la evolución para otra cosa, es claramente una adaptación. Hubo cambios en nuestra anatomía que nos permitieron lanzar con precisión, así que queremos entender mejor cuales eran los desafíos de esa época temprana de la caza", dijo Lieberman.
Desde Kenia, donde se encuentra haciendo investigación, el académico explicó que comparado con otros animales como los guepardos, los leones o los leopardos, los humanos no tienen armas naturales, como las garras.
"La caza humana es un problema fascinante, y el hecho de que todas estas características aparezcan en la época en que evolucionó el Homo erectus sugiere que la caza pudo haber sido una fuerza de selección gracias a la capacidad de lanzamiento", dijo.
El profesor Lieberman agregó que el próximo paso en investigación sería descubrir qué usaban exactamente para cazar estos ancestros humanos, ya que hasta ahora no existen registros arqueológicos de armas que daten de este período.
Discrepancias
Susan Larson, de la Universidad de Stony Brook, de Nueva York, también trabaja en la investigación de la anatomía del hombro en primates y humanos para estudiar su evolución.
Larson no estuvo involucrada en este estudio y cree que es fácil sobreinterpretar los aspectos significativos de un fósil.
"Todo depende de cómo se interpreta la anatomía que ves en esos fósiles", apuntó.
"El Homo erectus no era necesariamente un lanzador tan prolífico", dijo.
Larson dice que el hombro del Homo erectus funcionaba también para darle a la mano una variada gama de movimientos para manipular objetos y hacer herramientas, pero no tenía el mismo diseño que en los humanos, y cree que el equipo investigador de este estudio tal vez haya subestimado la combinación de elementos sobre cómo funciona el hombro.
"Hay que entender cómo funcionan todas las partes en conjunto para lograr una amplia gama de movimientos", dijo.
Por su parte, Jill Rhodes, de la universidad de Drew, en EE.UU., considera que el nuevo estudio, más que aportar evidencias definitivas sobre el comportamiento del Homo erectus, lo que hace es introducir un modelo teórico más fuerte.
"La torsión del húmero, el ángulo al que la cabeza del húmero rota en la articulación del hombro, no concuerda con los registros de los atletas de lanzamiento modernos y, aún más importante, como el lanzamiento es una actividad de una sola mano, no hay evidencia de asimetría en el ángulo de la torsión del húmero del Homo erectus", dijo.
"Simplemente no hay fósiles preservados, así que no podemos decir que la torsión humeral demostrada en esa especie no es un aspecto de filogenia en lugar de comportamiento", agregó.
"Esta investigación abre una ventana en nuestro conocimiento sobre el comportamiento en el pasado, pero la vista aún está nublada", concluyó.

Fuente: http://terraeantiqvae.com/profiles/blogs/como-evolucionaron-los-humanos-para-lanzar-objetos?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+TerraeAntiqvaeRevistaDeArqueologaEHistoria+%28Terrae+Antiqvae%29&utm_content=Yahoo%21+Mail#.UdRfZVl76Uk